04 agosto 2006

... Y después del Fuerte de Dajla


En los momentos en que nos aprestamos a festejar el advenimiento del nuevo año, las autoridades de ocupación Marroquí anuncian contra viento y marea la histérica decisión de demolición del fuerte de Dajla o Villa Cisneros, el hecho ha causado desazón y perplejidad a personalidades, instituciones y organismos culturales, sumándose a la campaña internacional para salvar la vieja construcción y haciendo un llamamiento a la UNESCO a que intervenga ante las autoridades del reino Alauita.

El legado histórico y cultural en cuestión ha sido a lo largo de los años una de las pruebas de abrazo de dos civilizaciones distintas y distantes pero unidas por un pasado común y proyección de futuro.

Marruecos, otra vez, nos sorprende, pero en ésta ocasión con un "presente" de fin de año inadecuado e inaceptable al proceder a la destrucción definitiva del fuerte que España asentó en 1884 en la zona de Río de Oro, sobre los escombros de la humilde favela de Quiroga y Cervera con la que iniciaron la presencia colonial en el territorio saharaui.

Las razones políticas y estratégicas que promovieron la colonización del territorio, llevaron a la compañía Hispano-africana a la construcción de una factoría, destruida el 9 Marzo de 1885, pero restaurada después. Con el regreso de Emilio Bonelli se dio un gran impulso a la misma e incluso un vapor, el Río de Oro, hacía un viaje mensual entre la metrópoli, canaria y la colonia, según los cronistas.

La factoría se estableció majestuosamente sobre una de las elevaciones panorámicas de la villa, y con el discurrir del tiempo se convirtió en punto de referencia para ciudadanos y paisanos, y mas aún para las goletas comerciales y canoas de pescadores saharauis y canarios que salpicaban entonces la bahía. Era verdaderamente un minarete diurno e inmovible para los hombres en sus faenas de mar adentro; sirvió igualmente como gran almacén de víveres del ejército, y en los años treinta acogió entre sus muros a desterrados peninsulares desde anarquistas, comunistas hasta republicanos durante y después de la guerra civil española.

Marruecos, hasta el momento, continua en el empeño, haciendo oídos sordos, en robar, quizás para siempre, parte de la historia universal sin esgrimir ninguna justificación que avale el acto desafortunado. Por tanto, no es más que la inaceptable e impune alevosía de los nuevos señores del MAJZEN que llevan el timón del reino hacia la deriva de lo incierto.

Sin duda, el resentimiento que acapara corazón y alma invita a la reflexión sobre un hecho que por si solo apunta hacia el "secuestro" de la historia e impronta con los que los pueblos español y saharaui con tesón, sacrificio y superación, asentaron las bases del entendimiento, a pesar de las diferencias y condiciones de unos y de otros en determinados momentos de la historia; y que hoy, precisamente, queremos defender y rendir homenaje a través de la pérdida de la factoría de Dajla. Por ello, nada ni nadie podrán omitir o relegar el papel de la historia. Obviando, claro está, los intereses en juego de la época. Sin embargo, tenemos igualmente la obligación de evocar y defender la huella del pasado para dar mejor continuidad a la historia que un día seguramente nos juzgará por la encomienda que quizá se empotra en los muros de la fortaleza que hoy destruye Marruecos.

Diciembre 2004

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