04 agosto 2006

Marruecos, un país fuera de la ley


Hoy por cierto, Marruecos se encuentra ante un dilema difícil de superar: O sigue obsesionado por la ocupación de los territorios sahrauís ó acata las leyes internacionales sobre descolonización para seguir dentro del contexto regional y universal.

En efecto, los continuos llamamientos de buena voluntad de la comunidad internacional no podrán ser respondidos con desprecio desmesurado y oídos sordos del régimen marroquí. Por más que intenta marear la perdiz, la fisura económica, política y social no hay que buscar sus origines ni en Argel ni en Pretoria, a no ser, en la capital del país de la Ecotopia.

La caza de brujas contra desidentes políticos, los continuos improperios a personas de talla universal y países soberanos, la estratagema de dilatación del proceso unosino, la avalancha de inmigración y el descontento social que apunta hacia el abismo, dejan nuestro mal vecino ante un talonario de asignaturas pendientes que, sin resolver, deterioran aún más la imagen del país norafricano, que en los últimos años hizo un vago esfuerzo, gracias al asedio internacional, y sobre todo, el de la sociedad civil española. Poco después procedió a pintar algunas fachadas de su deterioro castillo de naipes para hacernos creer, quizá, que está más proclive a la zanahoria que al garrote. Sin embargo, todo sigue igual, nada ha cambiado, a pesar de los pegatines de propaganda falaz que se vislumbran por doquier haciendo gala a Marruecos como un verdadero limbo en el Maghreb, pero donde está esa opulencia económica, qué decir de la democracia, los derechos humanos, y el drama de los sahrauís acechados continuamente por la pesadilla del diablo, que divide la tierra con muros de arena y dispersa las familias por el mundo, desgraciadamente con la mirada distraída de algunos países baluartes en democracia y los derechos de los pueblos

Posiblemente, el gran problema del reino reside en la falta de claridad política ante los tópicos que más urgen a nivel interno y externo, pero las posiciones cómodas y el trueque político y diplomático que cunde en el subconsciente de los que llevan el timón les hace menos sensatos y más ineptos ante la problemática global del país.

El estado del Majzen que venía tomando las bridas del estado con manos duras y hermetismo total desde la época del protectorado hasta la era de la globalización esta desvertebrando a goteo las esperanzas e ideal del humilde pueblo marroquí que merece paz y justicia. En vez, de involucrarlo en problemas que trascienden los limites geográficos de su frontera, pero para ser más sensatos dónde terminan estas últimas, hay que preguntárselo a los discípulos del istiglalista El Fassi.

Por contra, hay que reconocer que mucho se hizo a los cuatro vientos para disuadir próximos y lejanos con el fin de abandonar el compromiso histórico contraído con los sahrauís. Pero parece que no llovió tanto como pretendía el reino, la valiente decisión de la República de Sudáfrica de reconocer el estado sahraui, fue el mayor fiasco, que subió el barómetro del nerviosismo marroquí; que catalogo el hecho como un acto deliberado e inoportuno, pero la enseñanza nos advirtió igualmente que quien avisa no es traidor. Así procederán los que faltan por reconocer, después que la paciencia y las oportunidades han sido acogidas con alevosía y artimañas para destejer lo que la comunidad internacional viene confeccionando en el territorio en pro de la paz.

La resolución de las naciones unidas sobre el derecho de los pueblos a la autodeterminación es por tanto, la coartada ante la indiferencia, la enajenación y el desprecio de los pueblos.

Es hora de afianzar las decisiones universales para estar más próximo al corazón de los humildes, que siempre han hecho de la razón la fuerza inequívoca para vivir en un mundo mejor. Pero donde esté Marruecos de esta añoranza, más el granito de arena que tendrá que aportar para bien. En definitiva, Haití y el Congo no es más que la brizna en el ojo ajeno. Despiértate Marruecos, antes que sea tarde. ¿Cuándo lo hará?, al menos, yo no se.


Octubre 2004

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