06 agosto 2006

Palabras sueltas de una Intifada


*Foto: Jesús Antoñanzas.
Después del letargo, recuperas, ahora más que nunca, la ternura perdida, que hace estallar el silencio con que te miran.

Por más que digan, la mirada sigue puesta en tus ojos, que no tienen que ser de olvido, ni mucho menos de desmesura.

Ahora, menos perdida en la desmesura de quien despoja la euforia en silencio y en olvido, como ves, ya las arterias se rinden, bajo la fuerza que resurge de la palabra que niega el olvido, y abre aún más las grietas de los muros, los barrotes, por no decir el silencio con que te miren.

Para no decir, a fuerza de volcán, cuando el alma se apacigua de ira.

Es la hora de El Aaiun, donde el calendario, ya no es como era, en tus calles, las de El Aaiun.

Y la confrontación asciende el barómetro entre la razón y la sinrazón de una desmesura.

El Aaiun, la Intifada, la leyenda de David y Goliat, exaltados, simplemente, por la intrepidez de tus calles que rehúsan el cinismo de una locura: gases lacrimógenos, heridos y aullidos a socorrer.

Grandes titulares, exclusivamente, para quienes acallan la razón de hablar.

Finalmente, recuperas con sigilo la plena lealtad de la humilde semblanza de la gente aquí y allá, que hoy se defiende como tú, a fin de que no haya cabida ni simetría alguna de un desafortunado letargo que haga desaparecer las barricadas de las barriadas de Matal-la y de mi vieja Colomina.


Julio 2005

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