24 abril 2009

El viejo de Tirnit



A lomo de camello la noticia de la travesía del mar se propagó por todo el desierto. A la gente le abordó un sentimiento de sorpresa e indiferencia. IBERIA había protagonizado uno de los hechos más importantes de su historia el 22 de septiembre de 1946. Ese día el cuatrimotor Douglas DC-4 bajaba del cielo en Dajla en escala técnica proveniente de la capital de la metrópoli, Madrid, en su trayecto hacia Natal en Brasil. La gesta supuso un reto de la aviación civil española al alcanzar Al atlántico sur desde las costas saharauis.

A las pocas horas de surcar el Douglas el cielo hacia su destino final, a Salek le cortaron el cordón umbilical en medio de la soledad del desierto. El séptimo día de haber nacido, la abuela convocó a Dada para bendecir al niño con el ritual del amuleto. Según la práctica tradicional al recién nacido se le ofrece el nombre definitivo a la luz de la bruma de los inciensos fruto de la reflexión y la heredada generosidad de los abuelos.

La educación que recibió Salek por parte de su añorada abuela le ayudó a despuntar como un auténtico hombre del desierto. De todos sus atributos podríamos reseñar su sabiduría y la íntima relación con el pedregal Tirnit. En este lugar es donde por vez primera conoció la posición de Aldebarán en el cielo como referente de rutas de agua y pastos en tiempos de paz.

Salek mostraba claramente su temperamento de viejo revolucionario mascando un palito de mesuak entre los mástiles de la jaima de lona, donación del alto comisariado para los refugiados. Salek durante su estancia lejos de la tierra de Tirnit soportó más que nunca el dolor que le producía su enfermedad asmática, pero él nunca dejó de luchar por sus expectativas de futuro y tenía una personalidad capaz de crecerse ante las circunstancias adversas. También poseía el instinto para percatarse de la importancia de las cosas más sencillas; como el rebaño de ovejas, la inmensidad del hemisferio, el océano de tierra y el ajuar sin ordenar en la vivienda que no ocultaba el logotipo azul de la comunidad europea.

El paso de los años y la crisis de asma debilitaron sumamente al viejo hasta el extremo de ser capaz de presentir cualquier cambio atmosférico. El viejo frecuentemente caía en estado melancólico sensibilizando sus afectos hasta que la longeva abuela extraía el remedio más adecuado con sus dulces palabras. Palabras que tenían la facultad de hacerle regresar de su viaje nostálgico. En el relato de la abuela siempre estaba esa relación directa del Douglas DC-4 y los peculiares gritos de júbilo que sentenciaron el nacimiento de Salek.

Entre el anhelo y el suspiro el viejo pretendía encontrar lo que no pudo percibir en otros sitios donde dejó huellas y vagos recuerdos que todavía fluían en su comportamiento.

El alumbramiento del único hijo de Salek creó una sensación de esperanza de continuidad para vivir mejor. El padre en el ascetismo de las santuarias tierras de Tirnit grita el nombre del hijo, una enseña para hacer retornar la razón al espíritu de los vivos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

vergüenza de tanto silencio
vergüenza de tanta hipocresía
si quisiéramos qué fácil sería
dar fin a este esperpento
¿españa solidaria?
españa olvidadiza!!!
mansur
kul el watan

Anónimo dijo...

malditos que golpeáis mujeres
malditos que mentís día y noche
vergüenza eterna por tanto dolor
y jamás el olvido, jamás

abrazo de apoyo a los amidane

mansur