02 septiembre 2006

Los aires buenos de bandera


El viejo costurero de Calle Fuente se sintió emocionado, mostrándolo con un suspiro que llenó de golpe sus cansados pulmones de un aire diferente, al pararse erguido en el ático de su taller. Desde arriba parecía otro, al sacar fuerzas a la tenacidad de los años para rememorar como sus nietos independentistas conquistaron las calles ese jueves de finales de primavera con nuevos colores de bandera y fueras al "patrón".

A pesar de la aparente tranquilidad de los aguadores que esperaban impacientes el turno de llenado de sus gigantescas garrafas oscuras como las aceitunas de Guadahortuna, se percibían aún las voces de repulsa a la ocupación en el cruce entre Giratoria y Matala. Eran las voces de un impulso tenaz, propio y generalizado, más bien la ira de un Pueblo que iba derrumbando el cerco de la humillante injusticia.

Días más tarde decían algunos "Los días de la invasión están contados". Replicaron con parsimonia y una mirada de estupor "otros" que no estaban cuando el grupo izó la bandera aquel emocionante jueves de primavera en Calle Fuente. Al otro lado de la esquina repetían los primeros " Para ganar hay que ser prudente en elegir el momento, el lugar, portando la bandera con civismo revindicar”. El grupo de jóvenes continuó su camino, y a cada paso sintió los aires buenos de libertad.

Curiosamente la inmensa mayoría de los chavales vivían en la periferia de la ciudad, algunos de ellos no lejos del taller del abuelo. Fue allí precisamente donde descubrieron que la censurada bandera poseía varios colores y una estrella diferente arrullada por una menguante.

En las callejuelas colindantes, en la parte este de las mismas, no muy lejos del mercado de verduras, la gente iba de un lado para otro ensimismada y perpleja de cómo los muchachos consiguieron alzar la bandera...

Sonó el último timbre que anunciaba el fin de la sesión matinal en el centro escolar de El Aaiun. Los alumnos se levantaron, abandonando el aula apretujándose en la puerta al son de murmullos y ruidos. Los primeros que lograron salir entre el tumulto de colegiales esperaron al resto de sus compañeros a las afueras del recinto. Momentos después se reunieron todos en torno a uno de ellos, hablaron en voz baja, apenas se oía lo que trataban, de repente cerraron el encuentro con un apretón de manos y una sonrisa en sus semblantes. Uno de ellos, que parecía el mayor del grupo, robusto y ágil se distanció apresuradamente en dirección a Plaza África, ya frente a la vetusta iglesia Hispánica, encontró uno de los bancos vacío, tomó asiento y de ahí quedó contemplando la bandera roja de la ocupación que ondeaba encima del antiguo ayuntamiento municipal. Soplaban los vientos del sur que empujaban a los transeúntes, y el estandarte parecía que quisiese volar, el incesante movimiento del asta ocasionaba un ruido inhabitual." Y como acordaron los chicos serás la próxima en bajar" dijo el muchacho para sus adentros sin dejar de mirar por dónde tendrían que empezar el jueves, de madrugada.
Muy temprano, un día festivo, los nietos del costurero fueron despertados por la madre y les dijo con voz tranquila: " Vuestros compañeros os esperan para levantar la bandera que os preparó el abuelo anoche a la luz de una vela"


Marzo 2006

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