A lo lejos se oyó la voz del espejismo cediendo los pasos al filo de la marcha de la sombra de las dunas de tu pecho, y un vendaval de llanto trajo consigo a una sibila de los confines del norte para apresar el encanto pertinaz de tu encanto.
La desmedida desmesura ignoraba la profecía por no evitar que las malditas conchas no mataran las alas enloquecidas del viento.
El rosario mítico de los años apenas se acordaba del calendario que llevaba a tu nombre y la perfidia de los pretendientes en su ilusión lírica del tiempo.
Y los gigantes de la luna quedaron en la andanza al no poder adaptarse a la hibridez de los genes que heredaste de pueblos libios, de oriundos de Adén y de guanches, que todos fueron ahogados sus pulmones por la tosferina para dormir eternamente encogidos, rememorando en silencio el alfabeto TIFINAGH entre moles azabaches de sal en el ombligo de la arena.
2 comentarios:
¡Qué hermosura en tus palabras, Mohamidi!
Pronto bajaré de nuevo a Smara, y si quieres dedicaremos una noche a hacer y beber el té, por nuestro futuro en libertad, y por los ancestros, por los que ya se fueron pero siguen en nosotros, como los gigantes de la luna...
Gonzalo Moure.
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