17 febrero 2009

Sidati Salami: una manera de contar



El modo de vida operada en la sociedad a causa del flujo mediático y la nueva visión que azota el mundo ha dejado algunas costumbres y tradiciones en la cuneta del olvido. De ello no se salva la narrativa oral que hoy en día se lame las heridas de la decepción y el desinterés. Sin embargo esta manera de expresión tan antigua como actual al menos aquí sigue en las buenas manos de un brillante poeta saharaui que la guarda con amor y coherencia indeleble como algo muy personal y de interés general.

Un hombre majestuoso en el aspecto, en la expresión y en la manera de hacer llegar la palabra hasani como eco cultural al margen de la dualidad y los entresijos, en un pacto carnal y espiritual, de vuelta hacia atrás a la memoria social, a fin de asomarse al futuro en escala inmediata en el presente, atiborrado de contradicciones permanentes que a veces perturban el natural sosiego que bebe de la benevolencia de la identidad y el desarrollo cultural.

No era fácil el reto pero parece ser que la voluntad se había sumado aprisa al ímpetu de este pionero de la radio de El Aaiun, sonrisa a flor de boca y una poblada barba gris que compagina con el atuendo tradicional que exhibe con elegancia particular, sin duda es un hombre de su época y un Mualem de generaciones. Privado de la vista a temprana edad sin que el corazón nunca haya dejado de sentir con preocupación la melodía y el ritmo que le sopla al oído sigilosamente una fiel musa que reúne en su instinto la danza, la trova y las alabanzas que azuzan el sentimiento y la emoción del hombre de las tierras inhóspitas.

Para Sidati Salami Lehbib llegar a viejo es cuando ya no hay alguien que encomienda a velar por el patrimonio cultural tanto oral como material que dibuja la huella del porvenir, que en realidad no es más que el presente que nunca acaba. Por ello no debe faltar nunca la aureola de los adagios, refranes y proverbios que continúan despertando en la sucesión del tiempo una buena manera de contar, una enseñanza moral y un apego del individuo a ese amor frenético, noble y audaz, en una simbiosis donde la tierra, los animales, el agua y la luz entran como vivencia de libertad expresa que repele con modestia todo alboroto y cacofonía de una conjura que no se detiene en estar braceando contra el medio y la idiosincrasia del hombre del desierto.

En esta concatenación de elementos se destaca la identidad como medio de existencia que rehuye, para no perecer de molicie y lujuria en un habitat bien determinado, honesto y parco, como prueba de desarrollo de cultura y sociedad, lejos de toda postración y costumbres perniciosas.

Una narrativa milenaria donde no falta la nostalgia y el tórrido deseo hacia parajes, montes y páramos que no desbordan los limites de Tiris y Zemur, escenario por la supervivencia de algunos animales personalizados de la fauna que encarnan la guerra, la pena, la alegría, la paz, el trabajo, la sequía y la abundancia de los habitantes del desierto. Toda esta representación va desde el erizo pasando por el zorro hasta el temible "GARFAF". Una verdadera fábula donde el bien y el mal no coinciden nunca y donde el misterio y la mitología aportan más virtudes que quimeras, e insuflan valor y determinación a grandes y chiquitines, aunados por una llana narrativa popular y por mucho más...
*Ilustración: portada del libro Cuentos saharauis de Larosi Haidar

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias, amigos,
por pornerme siempre al corriente, por transformar ese generoso gesto en poesía y por restituirme la fe en lo humano.
Abrazos,
Amarino.