La decencia de cambiar mostrada por los saharauis durante la celebración del decimosegundo congreso del Frente POLISARIO es un aliento y una manera de simplificar los tabúes e ideas ladrilladas que no aceptan la corrección de lagunas y errores del pasado.
Por si esto fuera poco, la decepción creada entorno a la dilatación del proceso de Naciones Unidas para el territorio, la indefinida tregua con Marruecos, la dilapidación de recursos, la indisciplina de cuadros, la falta de seguimiento, el abuso de autoridad que redujo a cero a las potencialidades humanas y materiales heredadas de los tiempos de apogeo; no son más que hechos elocuentes que azuzaron el debate en el seno de la organización independentista. Es el llamado espíritu de Tifariti.
Los fieles del POLISARIO no tocaron el arpa de Nerón ni tampoco se mostraron dispuestos a tropezar con la misma piedra en una era cuyos desafíos son más que evidentes. La campana mediática orquestada por Marruecos a la par de los días del congreso es un ejemplo de las malas intenciones del ocupante.
El cónclave es una meta y una manera para renacer de nuevo, evolucionar, rehabilitar las instituciones, fijar las cláusulas del juego democrático, y fomentar los derechos humanos y con ello evitar el divorcio entre la base y la superestructura y corregir en vistas al presente y el futuro.
En lo que concierne a las expectativas de paz, los saharauis no han cerrado la puerta ante un diálogo honesto en el marco de Naciones Unidas, pero no descartan igualmente las hostilidades si las supuestas negociaciones no llevan a buen puerto. Mientras tanto, la Intifada seguirá como elección y ánodo frente a la soberbia marroquí.
El encuentro ha sido, sin lugar a dudas, una parada donde la valoración exhaustiva ha sido la mejor terapia y una manera de fortalecer el cordón umbilical de los saharauis en todos los niveles.
Hasta el momento un indicio. Es momento por ello de no bajar la guardia a ultranza, olvidar el triunfalismo y no afanarse al último canto del cisne. Los que no escarmientan serán inaudibles, exánimes. Hay que esperar. De Tifariti a Rabuni hay un buen trecho.
Por si esto fuera poco, la decepción creada entorno a la dilatación del proceso de Naciones Unidas para el territorio, la indefinida tregua con Marruecos, la dilapidación de recursos, la indisciplina de cuadros, la falta de seguimiento, el abuso de autoridad que redujo a cero a las potencialidades humanas y materiales heredadas de los tiempos de apogeo; no son más que hechos elocuentes que azuzaron el debate en el seno de la organización independentista. Es el llamado espíritu de Tifariti.
Los fieles del POLISARIO no tocaron el arpa de Nerón ni tampoco se mostraron dispuestos a tropezar con la misma piedra en una era cuyos desafíos son más que evidentes. La campana mediática orquestada por Marruecos a la par de los días del congreso es un ejemplo de las malas intenciones del ocupante.
El cónclave es una meta y una manera para renacer de nuevo, evolucionar, rehabilitar las instituciones, fijar las cláusulas del juego democrático, y fomentar los derechos humanos y con ello evitar el divorcio entre la base y la superestructura y corregir en vistas al presente y el futuro.
En lo que concierne a las expectativas de paz, los saharauis no han cerrado la puerta ante un diálogo honesto en el marco de Naciones Unidas, pero no descartan igualmente las hostilidades si las supuestas negociaciones no llevan a buen puerto. Mientras tanto, la Intifada seguirá como elección y ánodo frente a la soberbia marroquí.
El encuentro ha sido, sin lugar a dudas, una parada donde la valoración exhaustiva ha sido la mejor terapia y una manera de fortalecer el cordón umbilical de los saharauis en todos los niveles.
Hasta el momento un indicio. Es momento por ello de no bajar la guardia a ultranza, olvidar el triunfalismo y no afanarse al último canto del cisne. Los que no escarmientan serán inaudibles, exánimes. Hay que esperar. De Tifariti a Rabuni hay un buen trecho.
Diciembre 2007
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