Del número de otoño de la revista Ariadna R-C
Todo comenzó una mañana de otoño, inmediatamente después de haberse amainado los abregos. Era octubre, los pastores ya dejaban de abrevar a los camellos, precisamente en esos momentos, la plaza mayor de la ciudad era conquistada por unos raros y vetustos tanques de un ejército vecino. Todos estábamos a la expectativa aquel día, miedo había, acentuado quizá por los sonidos de una corneta que anunciaba a su manera el fin de la última bandera, y el secuestro de colores que venía defendiendo medio mundo a esas alturas.
Todo ocurrió, bajo la custodia de cañones y trompetas, nada de urnas ni principios. En el palco, todo lucía diferente, ni otoño ni patriarca, sólo peroratas, discursos, ausentes de meridionalidad, interrumpidos de vez en vez por aplausos, muecas y abrazos, concesiones a cambio de la nada, y una mirada de nostalgia al presente y al pasado. Nosotros tan ausentes seguíamos el acto de entrega y abandono al otro lado de la acera, aturdidos por los tanques.
Hacía un frío agudo que parecía que se levantaba de las profundidades del océano, era treinta y uno de octubre, se respiraba un aire gris y para colmo ni una brizna seca crujía bajo nuestros pies, amén de la arena movediza y un agrietado asfalto que serpenteaba desbocado en dirección al pétreo Izic . Sin embargo, los pocos árboles y matorrales mutaban el rostro a causa del otoño y los humos de los tanques.
El otoño en mi patria variaba con su propia mirada que esconde mil recuerdos de tantas hazañas, pero siembre menos nublado y triste como la cara de aquel viejo que quedó perplejo al hacerle decidir en la plaza por uno de los colores, unos se van y otros se quedan.
Al vecino no le sorprendió tanto el tanque como la trompeta. Era el último otoño en suelo patrio, nacido de las costillas de un intenso verano que estiraba sus brazos a fin de atrapar a la gente, el horizonte y las minúsculas estrellas que siguen perteneciendo nuestro universo.
Todo se barajó por aquellos días, la irrupción, el aborto y el fin del comienzo de tantas promesas incumplidas, y más aún una paz presa en rascacielos donde supuestamente se sientan por igual grandes y pequeños para discutir la agenda de la asamblea de tantos otoños.
En medio de esta poca visibilidad, tomé nota en mi libreta de caligrafía de los hechos de la plaza de El Aaiún, ya que todo apuntaba a que no habría comienzo de próximo curso ni tampoco el maestro volvería a exigirnos la lectura de la lección de historia, donde pretendía hacernos olvidar por igual la ira del otoño que se avecinaba.
Octubre 2006
Mohamidi Fakal-la. Nacido el 6/6/1960 en El Aaiun (Sahara Occidental). Cursó sus estudios primarios y segundarios en su ciudad natal. En 1975 tomó el camino del exilio al igual que la mayoría de su Pueblo después de la mala descolonización del territorio. Terminó sus estudios en Cuba, licenciándose en Periodismo por la universidad de Santiago de Cuba. Seguidamente trabajó en el periódico "Sahara Libre" y Radio Nacional Saharaui. Colaboró en la antología de poetas Saharauis que escriben en español: " También en el desierto crecen flores", editada en Italia en 1987. Colabora actualmente con algunos escritos para "Poemario por un Sahara Libre", entre otras publicaciones.
Mohamidi Fakal-la. Nacido el 6/6/1960 en El Aaiun (Sahara Occidental). Cursó sus estudios primarios y segundarios en su ciudad natal. En 1975 tomó el camino del exilio al igual que la mayoría de su Pueblo después de la mala descolonización del territorio. Terminó sus estudios en Cuba, licenciándose en Periodismo por la universidad de Santiago de Cuba. Seguidamente trabajó en el periódico "Sahara Libre" y Radio Nacional Saharaui. Colaboró en la antología de poetas Saharauis que escriben en español: " También en el desierto crecen flores", editada en Italia en 1987. Colabora actualmente con algunos escritos para "Poemario por un Sahara Libre", entre otras publicaciones.
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