El insomnio un hecho perdido
en mi casa irrumpió el vecino
para que dejara la suya al otro lado de la frontera.
Hundió la casa hasta el tejado, los cimientos
y hasta la cocina.
Barrió las cuatro esquinas,
arrojo sus desechos y
permaneció a mi lado insostenible en
larga espera a que abandone mi cuerpo tullido.
Su habla y locura me llevaron enseguida por camino desconocido.
Olvidé el viejo vecino de la próxima esquina, su semblante
y su dulzura.
El vecino prosaico se perdió en el cielo, en la tierra, en mi mar
de agua de piedras
con el que construye a sangre viva
mi refugio para toda la vida.
Mi vecino degolló el gallo del alba
en un intento fallido.
La protesta llego a sus oídos y
mi cuerpo aún fallido, tullido,
abierto a mar de barlovento
para que siga la vida. La geografía y el destino,
y me olvide que más vale comprar primero
el vecino.
Y me costó el coste de toda una vida.